La noche

Es miércoles por la mañana, pero podría ser lunes o sábado o jueves. No importaría mucho. Dentro de poco empiezan los exámenes y hay que enfrascarse en los apuntes. Aunque no se tengan compañeros de estudio.

Miro a la noche de frente. Está sentada al borde de la cama. Apoya los pies descalzos sobre el suelo recubierto de corcho. Tiene el pecho al descubierto y lleva puestos unos pantalones verdes de pijama desgastados en las costuras.

Tiene los ojos enrojecidos pero no tiene sueño. Le huele el aliento a alcohol pero no está borracha; ha tomado las suficientes cervezas para que mañana le duela la cabeza pero no está borracha. Tiene el pelo apelmazado, lacio; se mantiene peinado hacia atrás por el sudor y por el agua que se ha estado echando con las manos como garfios cada vez que iba al baño. No habla, pero si lo hiciera estaría ronca. Tiene un par de heridas en los nudillos; ha vuelto a pelearse en sueños contra la pared. El dichoso gotéele le ha levantado la piel y escuece. Tampoco importa.

En el suelo han quedado los vaqueros, la camisa, el jersey y un chaquetón azul con forro de franela que apestan a tabaco. El olor es tan intenso que toda la habitación huele a chester y a malboro. Ella no fuma pero como si lo hiciera. Todas las bombillas están apagadas. Le molesta la luz pero no lo suficiente como para levantarse hasta la ventana y hurgar tras la cortina blanca para bajar la persiana. De vez en cuando las luces de la cocina del B iluminan la mesa abarrotada, los zapatos amontonados frente a la puerta y la mesilla de noche cubierta por libros, paquetes de pañuelos, una botella de agua a medias, las llaves, el reloj despertador, el monedero, un teléfono móvil con dos mensajes cortos y sus abreviaturas; y una fotografía enmarcada que ha sacado de un cajón del armario donde estaba envuelta y escondida de cualquier interrogatorio.

No tiene un calendario a mano pero sabe que mañana, cuando ya no sea ella, será 14. Un escalofrío le recorre el cuerpo y mueve la boca. Es una grieta negra, la voz pastosa y ronca, una pequeña herida se le abre sobre los labios resecos:
- Debería dejar de mirarme al espejo y volver a la cama.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo... a mí me cuesta mucho la soledad de estos días de estudio. Intentaré acordarme de dejar en mi blog un enlace a este texto porque "ça m'a beaucoup touché".
mucha suerte en tus exámenes, christian. mmmmmuak.

mi dijo...

Pues, vaya manera como pintas la soledad..pero por supuesto, considerando que lo relacionas con el reconcomio por sus errores, lo veo distinto.. ahora si la veo como la quisiste pintar.

Yo ando en las mismas, pero muy desorganizadamente y no estoy rindiendo nada, de los exámenes hablo. Espero que estés tomando mejor camino que yo en eso y tengas mucho éxito.

Besos

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