Shakespeare & Co

Algunos buscan toda la vida el paraíso, los no creyentes lo niegan con fervor y los agnósticos simplemente prefieren colocarse en la cómoda posición de la neutralidad y mirar hacia otro lado cuando les presentan mapas y otras biblias cartográficas. Yo estoy convencido de que he encontrado mi paraíso y está en la tierra. Se llama Shakespeare and Co.


Hace un año que visité Paris por última vez. No era la primera vez que pisaba sus calles pero la ciudad del amor (como injustamente la llaman a menudo) no es algo que pueda aprehenderse en unos dias y, siempre, siempre te reserva únicas y maravillosas sorpresas. Esta vez, el regalo que París me tenía reservado era el paraíso.

Descubrí la Librería Shakespeare and Co, en el número 37 de la Rue de Bücherie, gracias a mis padres (una constante en París que no me importa reconocer). El marco no podría ser más incomparable: la orilla interminable del Sena, al otro lado de sus concurridas aguas la mole eterna de Notre Damme y bajando por Saint Jacques, el Pantheon y la Sorbonne. El espacio entero se curva aquí para una librería. La fachada del edificio es pequeña, y la invaden cuatro escaparates entorno a dos puertas que vomitan libros. La calle entera está ocupada por las fuerzas revolucionarias de las letras. Preside el retrato del honorable William Shakespeare.


El día que yo entré en aquella libreria de tres plantas, sin paredes sólo estanterias henchidas de libros, hacía calor, como sólo puede hacerlo en París cuando es Verano y se busca la sombra de los árboles del Sena mientras saltas de fuente pública en fuente pública, y das gracias al cielo cuando encuentras uno de aquellos rincones verdes que florecen por París (microjardines ocultos entre los edificios). Sin embargo, cuando entré en la librería me olvidé de todo. Aquello era el paraíso, no me cansaré de repetírselo. Los libros ocupaban cada centímetro útil. La gente paseaba entre ellos, leía tumbados o sentados en alguna de las camas que aparecían y desaparecían de entre las páginas escritas, eso sí, todas en inglés. Incluso el más insopechado de los asistentes a este espectáculo de literatura, un gatazo negro de pelo largo, parecía disfrutar de los libros y miraba con escaso interés a los curiosos desde su cómodo lecho de libros en rústica y ediciones de bolsillo: what kind of book are you? Le pregunté a sus ojos indiferentes.

Bienvenido aquel que venga a leer, rezaba un cartelito en la siguiente planta. Los libros de esta sección no están en venta. Tanto mejor. Nadie te mira mal si coges un libro sin ninguna voluntad de comprarlo. Pero hay tanto para elegir que no pude evitar llevarme un pedacito de esta casa de chocolate. No os he contado que Walt Whitman también preside la acera y es precisamente él quien se vino conmigo desde Francia. I hear America singing...

Si pudiera contaros la historia de esta librería debería empezar por hablaros de su dueño, George Whitman (feliz coincidencia de apellidos), un americano que llegó a Paris en 1951. Pero la verdad es que yo no conocía esa historia cuando llegué a la librería y no puedo contárosla con el rigor y el apasionamiento que seguramente se merece. Así que os recomiendo que useis los enlaces que jalonan esta entrada.

Añadiré que quiero volver. No os he dicho tampoco que su dueño permite a jóvenes y no tan jóvenes, aventureros, escritores y artistas, bohemios y soñadores, dormir en la librería. El hospedaje es barato: una hora de dependiente del paraíso, leer un libro al día, y dejar una biografía de no menos de una página. Parco requisito tiene el cielo para entrar.

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