Práctica de composición: Cuaderno de Viajes

Continuando con las tareas de Técnicas de creación literaria, esta vez se nos pedía elaborar un cuaderno de viajes que estuviera formado por simples apuntes.

DÍA UNO

10:45 Si miran por las ventanillas podrán comprobar que estamos ya sobrevolando la capital de Francia.

Paris Ille de France. Pero no es una isla en absoluto. Es más bien una mancha gris e informe. Como si la tierra tuviera una costra fea en su piel atravesada por un reguero de sangre azul. La tierra es monárquica y estamental.
11:05 Bienvenidos al milagro de Europa. No hay fronteras ni aduanas ni monedas con las que pelearse. Los inútiles que hacen las señales en Barajas también trabajan aquí. Maletas/ Valises/ Luggage

Y uno se propone siempre no caer en los tópicos al principio de un viaje. Me niego a subir a la Torre Eiffel, hacer cola frente a la tumba de Napoleón y un retrato en Montmartre.
19:30 Compro algo de crudité en un hipermarché. Como barato y doy una vuelta por el barrio.

París no está lleno ya de gorras rojas: es negro, amarillo, tostado. Está repleto de tintes nuevos venidos de la India y África. Rojo, blanco y azul ya no significan nada.
20:30 El primer día de un viaje suele ser un día perdido. Llegas cansado te muevas en lo que te muevas.

París me guiña sus ojos multicolores desde la ventana. Sus risas incitantes llegan a mí acompañadas del perfume de una mujer dispuesta. Sus armas son antiguas como el sexo, lleva décadas practicando estos juegos de seducción con miles de extranjeros. Pero esta noche Ulises duerme. No hay canto de sirenas que me levante de la cama.
DÍA DOS

9:30 Dormir en una cama extraña. Fue el primer castigo de Prometeo pero Zeus lo juzgó demasiado severo.

Hay cientos de cosas con las que comparar el metro de París: Túneles de hormigas, venas, ríos, los hilos de las marionetas, gusanos de arena, un fantasma atrapado en la ruta del 5, los trazos rápidos de un autista que escribe sobre su propia sombra con una tiza blanca y minúscula como aquellas que usábamos de niños para morder los cuerpos de nuestros compañeros de clase.
10:30 El museo de la ciencia adosado a una iglesia gótica de poco lustre.

En la nave central, el péndulo de Foucault ha sustituido a Dios en su imperio. Marca lentamente la rotación de la tierra. El progreso se alza sobre las ruinas del oscurantismo y un reguero de sangre fluye bajo los coches de principios de siglo desde las fauces de la guillotina. En el cielo de piedra tallada cuelgan pájaros de metal congelados en pleno vuelo. Frustrados por siempre sus sueños de libertad. Requiescat in pace. Amen. QED.
12:15 Supongo que no queda más remedio a veces que sentarse frente a Notre Damme a tomar un café au lait. En Francia toda la leche es Light.

Quasimodo corre gritando Penitenciagite entre un grupo de japoneses asombrados mientras lo acribillan con sus cámaras Nikon de 1000 megapixels. No entienden nada pero sonríen. Me parece oír aún a Molay gritando entre las llamas a través de las aguas del Sena.
14:45 Shakespeare and Company no cierra a mediodía. Un joven con legañas de astronauta atiende un mostrador vacío. Un gato negro descansa sobre un montón de libros en la mesa de al lado. Duerme a pierna suelta entre los clientes. Me acerco. Tiene Guerra y Paz bajo la oreja.

Se puede dormir en la librería. La tarifa es simple: dos horas de trabajo en el mostrador, leer un libro al día y escribir una breve autobiografía. Hay plazas. Me quedo esta noche.
16:03 Uno se pregunta siempre qué sentirá cuando se encuentre de frente con la mujer de sus sueños. Supongo que la enorme impotencia no sea fruto de la barrera idiomática. En francés me desenvuelvo, en inglés me entiendo pero, dita sea, no sé ni papa de ruso. ¿Da?

Las historias románticas sólo les ocurren a aquellos que no saben apreciar el romanticismo.
18:24 Boulevard Saint Michael. Tiendas. Zapatos de 4 centímetros. Sombras de ojos y dos taxistas peleándose por un trozo de pollo.

Hace poco menos de dos siglos el pasatiempo general parisino era montar barricadas a la puerta de sus casas. A Napoleón III le gustaba la idea de disolver las manifestaciones a cañonazos, así que ensanchó las calles llenas de codos y rodillas de París. Ahora queman coches. Si el cachorro de Buenaspartes levantara la cabeza…
17:12 Boulevard arriba. Una tienda de Cómic enorme. Decenas de librerías. Las Arenas de Lutecia y los jardines Luxemburgo.

Una nariz rosa asoma del estanque de los patos mientras dos jóvenes italianas conversan en sillas de prestado. ¿Tenéis fuego? No. Pero no importa yo no fumo.
19: 38 No se creían que durmiera en una librería. Mañana más y mejor.

Hay que leer el libro, así que me retiro pronto a mi refugio de celulosa. El gato me recomienda Guerra y Paz pero no me fío de su sombra. Me asomo al pozo de los deseos donde se acumulan todos los peniques huérfanos. Todo en Shakespeare está escrito en inglés obviamente. Cojo el Frankenstein. Goethe estaría orgulloso de mi educación.
DÍA TRES

10:00 Empiezo mi turno de dependiente.

Francés, Inglés, Español. Acabas hablando un esperanto vulgar lleno de interjecciones derivativas. Dibujas en el aire tantos conceptos que cuando llega la hora de ceder tu puesto la morena de ojos azules tiene que borrarlo con un par de abanicos pringosos de liner azul. Uno se disculpa. Al menos tiene la silla caliente.
12:39 Las dos italianas se apuntan gustosas a la excursión a Versalles.

La reina jugaba a ser plebeya entre casitas hechas a medida para ella. Molino, granja, herrería. Correteaban levantándose las reales faldas mientras los revolucionarios aporreaban las puertas. Si aguardan un momento veré si el rey puede atenderlos mesiés. El mayordomo tuvo que ser de los primeros en perder la peluca.
15:51 Algunos turistas son como aquellos rusos que aporreaban las mesas de los cafés pidiendo bistró.

23:23 Las italianas tienen razón.

Las noches de París no se diferencian de cualquier otra. Los canales mueven sus patitas infantiles en torno a los parques alargados donde tocan grupos de música callejera. Y chapotean hasta llegar al Sena. Vivir en una barcaza negra que flota aletargada en el mar de sargazos de esta ciudad sería un sueño hecho realidad. Oh, Hemingway, qué me estás haciendo.
DÍA CUATRO

8:36 Dos horas para el décolage.

Y cuando vuelva a casa: las eternas sesiones de fotos, los constantes qué has visto-qué has comido-cómo ha hecho-es que no cuentas nada… Da pereza viajar sólo por pensar en el pelotón de interrogatorios.
Como le comenté a Merino en su blog, me temo que todos nos ponemos literarios aun sin proponérnoslo.

P.D.: ¡Le gustó! Tenía que ponerlo. ¡Le gustó!

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Corrección

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