Este texto corresponde a la primera práctica de una asignatura que curso en mi último año de carrera como libre configuración: Técnicas de creación literaria. Se trataba de desarrollar un fragmento literario en base a un texto dado que os incluyo al principio.
Cuando la policía encontró a X abrazada al cuerpo ensangrentado y casi sin vida de Y, a quien acababa de apuñalar, y le preguntó por qué lo había hecho, X contestó: “Cosas nuestras”.
(oído en las noticias)
X= -Y. La respuesta era X igual a -Y, no había espacio para ningún otro resultado.
X= -Y.
Había leído muchas veces a Max Aub y seguía sin encontrarle la gracia al asunto. Equis igual a menos y. Pero decirlo con todas las letras y llamarlo por su nombre no lo hacía menos indeseable. “Asesinato pasional” tenía el mismo sabor a enigma neperiano lo tomases como lo tomases. Además, dejaba un regusto a hígado en la lengua que no se iba por muchas cervezas que le pidieras al camarero; y Zeta odiaba el hígado.
Había seguido así toda su vida. Dándole vueltas a aquel logaritmo o guarismo o sistema, no lograba anclar las pautas de las operaciones; estaban fuera de su comprensión matemática. Así que estudió la incógnita en la universidad y luego ensayó los factores (con novias, amantes, esposas) para descubrir con sorpresa que su orden alteraba el producto y que los resultados tendían a no ser universales. No había crímenes ejemplares que le permitieran describir el fenómeno.
Una mañana, cuando por enésima vez abandonaba el conjunto de probabilidades en un cajón de su escritorio después de una noche en vela, se encontró de frente con la respuesta. Todos los “había” de su vida tomaron carta de naturaleza en el vector de aproximación de calibre 22 que lo apuntaba directamente entre los ojos. X = -Z.
Se abre la veda de las críticas. Vosotros diréis que os parece mi "otra" faceta literaria.
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